A Jorge M. Taverna Irigoyen por la confianza, por la nobleza, por la amistad.

Palabras bautismales.



A orillas de la nada,
durante la inquietud de los presagios,
vagaron densas hordas de tinieblas desplegando una esencia inescrutable urdida en los telares de la noche por arcángeles ciegos.
De pronto,
la palabra
estalló en lo profundo del abismo.
Desnudos silabarios encendieron los hachones flamígeros del alba
y derrotaron huecos en jauría con su aliento de fuego.
El cosmos fue distancia.
Alzó la arquitectura del oxígeno rotundos arbotantes que erizaron nervaduras de agrestes transparencias
hasta alcanzar las altas soledades
más allá de los truenos.
Se reunieron las aguas en una antología de frescura
que estrelló la obediencia de su espuma contra la voluntad del arrecife
donde el tenaz asedio del oleaje golpeaba a contrafreno.
El mundo fue ordenado según el albedrío de la magia.
Geografías de arcilla contundente surgieron desde el fondo de la ausencia ocultando
en compactos corredores
sus gérmenes secretos.
Estatuyó la hoguera el susurro nacido de sí mismo.
Los rituales quemantes de la vida escanciaron
a fuerza de reflejos
el mosto primitivo de los soles desde alambiques negros
mientras la luna andaba su intemperie de escarcha cenicienta
entre constelaciones infinitas laceradas por ráfagas de eclipses
antes que naufragaran las lloviznas sobre el musgo sediento.
Después reptó la escama bajo el regazo roto de las ciénagas
y en el advenimiento de los saurios
detonaron membranas las anteras
poblando los recodos de la tarde con vestigios de helechos.
Hubo un rumor de alas
horadando las vastas lejanías hacia la inmensidad del horizonte
que paría los signos del crepúsculo entre los muslos tensos.
Derrotó la memoria el torpe cautiverio de la greda
expulsando los músculos precarios, la osamenta, los coágulos fugaces,
la obstinada nostalgia de un destino
a espaldas del silencio.
Bajo la sexta lámpara
la piel nacida inauguró los pactos,
esa alianza de luz acantilada donde las hierbas propagaban tréboles y el sonoro lenguaje de los pájaros taladraba el sosiego.
Crecía la esperanza entre las madrigueras vegetales.
No existían fronteras, patrimonios, amarras, inventarios, apetencias.
Todo era una implacable mansedumbre en la orilla del tiempo.
La Tierra Prometida.
En la consumación de las arenas
ese extraño espejismo inalcanzable fraguado por descalzas inocencias
celebraba los días del origen.
Entonces, llegó el viento.

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Acerca de la autora

Acerca de la autora
Exconvento de los Siete Principes - Casa de la Cultura Oaxaqueña (México) 2004

Biobibliografía

Norma Segades Manias, Santa Fe, Argentina, 1945. Ha escrito *Más allá de las máscaras *El vuelo inhabitado *Mi voz a la deriva *Tiempo de duendes *El amor sin mordazas *Crónica de las huellas *Un muelle en la nostalgia *A espaldas del silencio *Desde otras voces *La memoria encendida * A solas con la sombra *Bitácora del viento *Historias para Tiago y *Pese a todo (CD) En 1999 la Fundación Reconocimiento, inspirada en la trayectoria de la Dra. Alicia Moreau de Justo, le otorgó diploma y medalla nombrándola Alicia por “su actitud de vida” y el Instituto Argentino de la Excelencia (IADE) le hizo entrega del Primer Premio Nacional a la Excelencia Humana por “su meritorio aporte a la cultura”. En el año 2005 fue nombrada Ciudadana Santafesina Destacada por el Honorable Concejo Municipal de la ciudad de Santa Fe “por su talentoso y valioso aporte al arte literario y periodismo cultural y por sus notables antecedentes como escritora en el ámbito local, nacional e internacional”. En 2007 el Poder Ejecutivo Municipal estimó oportuno "reconocer su labor literaria como relevante aporte a la cultura de la ciudad".